Somatización: cuando el cuerpo expresa nuestro malestar psicológico

Cuando estamos atravesando una época complicada, tenemos muchas preocupaciones o un ritmo de vida que nos supone un estrés elevado, es normal que surjan en nosotros emociones negativas.

Hay personas que, en lugar de gestionar estas emociones, tratan de evitarlas o hacer como si no estuvieran, creyendo que así van a desaparecer.

Sin embargo, cuando no prestamos atención a lo que nuestras emociones quieren decirnos, es común que sea el cuerpo quién empiece a emitir señales de alarma.

¿Cómo funciona la somatización?

El cuerpo es el altavoz de nuestra mente, y a través de síntomas físicos denominados síntomas somáticos expresa una angustia emocional no liberada, e intenta que nos paremos un momento a reflexionar sobre cómo nos encontramos a nivel emocional y si hay algún cambio que debemos hacer en nuestra vida para reducir el malestar.

Los síntomas somáticos son aquellas alteraciones o molestias corporales que no tienen una base orgánica y aparecen en el contexto de un malestar emocional.

Tipos de somatización más frecuentes

Los más frecuentes son:

  • Síntomas gastrointestinales: diarrea, intolerancias alimentarias, dolores abdominales, úlceras, etc.
  • Síntomas respiratorios y cardíacos: dolores de pecho, taquicardias, sensación de ahogo, etc.
  • Síntomas neurológicos: cefaleas, desvanecimientos, etc.
  • Síntomas cutáneos: acné, eczemas, alopecia areata, etc.
  • Síntomas sexuales: pérdida de apetito sexual, irregularidad en la menstruación, etc.

Muchas de las personas que sufren estos síntomas somáticos acuden al médico para poner nombre y solución a lo que les ocurre sin obtener mucho éxito, ya que el origen no es orgánico sino emocional.

Si tu cuerpo te está dando señales de alarma ante un malestar psicológico no gestionado, en Mindstudio podemos ayudarte.

Con nuestros entrenamientos podemos regular la alteración de frecuencias de onda cerebrales encontradas en estos casos, lo cual ayuda a ser más consciente de nuestras emociones, a coger perspectiva en las situaciones que nos afectan y, sobre todo, a gestionarlas desde la calma.

El cerebro aprende a autorregularse, aprendiendo a transitar las emociones de forma sana y, de esta forma, se reducen los síntomas somáticos pues el cuerpo ya no necesita mandar señales de auxilio.

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